viernes, 6 de enero de 2012

 
MÁS CONCEPTOS PARA TRATAR

La filosofía moderna, solo maneja el concepto de sexualidad como gratificación personal, y de forma artificial en muchos casos. La descendencia es tenida -por lo general- como un «accidente» molesto y gravoso.

Pablo, el apóstol, afirmaba que: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡De ninguna manera! ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella?, porque ¿no dice la Escritura: «Los dos serán una sola carne»? Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. (1ª Corintios 6:16).

Unirse a una ramera es hacerse una sola carne según interpretación de este texto por parte de muchos asimilándolo a la “una sola carne del matrimonio”. Y se utiliza como argumento impactante, para afirmar que si se es una sola carne con una ramera, no es licito dejarla a partir de ese momento.

Unirse a una ramera es hacerse una sola carne (según interpretación de muchos). Y se utiliza como argumento impactante, para afirmar que, si se es una sola carne con una ramera, no es licito dejarla a partir de ese momento. Lo uno sigue a lo otro.

No es lícito de principio buscar la ramera. Y lo que tampoco es lícito, es abandonar a la esposa que se tomó ante Dios, por lo que el matrimonio entre creyentes no admite ni la fornicación fuera de él, ni el divorcio, por que contraviene descaradamente la alianza establecida con Dios por los dos cónyuges.

No solo se repudiaba antes a las esposas, sino a concubinas y a otras mujeres. Estas, muchas veces por parentesco pertenecían como esposas a varones (“Levirato”, en el derecho de aquel tiempo), para que la mujer no quedase desamparada ni estéril. Actualmente la liberación de la mujer hace que todo esto aparezca como libertad, cuando solo es promiscuidad.

No es así en el cristiano, como anteriormente hemos insistido. La Palabra de Dios es tajante, siempre en la afirmación de la verdad y por tanto del bien del ser humano. Un último apunte: Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas. (Colosenses 3:18,19).

En la Escritura, se dice que el varón cuando tome mujer nueva, se abstenga de tomar mujer hermana de la que ya tiene, para no ofender a ninguna de ellas: No tomarás mujer juntamente con su hermana, para hacerla su rival, descubriendo su desnudez delante de ella en su vida. (Levítico 18,18).  

El amor cristiano impide que hagamos agravio a nuestra mujer introduciendo una nueva esposa que, por tratarse de otra creyente (no se puede concebir otro procedimiento por el creyente), es una legítima hermana espiritual, y por tanto inclusa en el mandamiento de Levítico.

Y añado insistentemente: es el amor, y solo el amor, el que hace (si existe), que en el matrimonio cristiano permanezca la monogamia. No la ley, no el mandamiento, no la fama, no la situación social. Solo el amor. Y el que quiera saber de amor, que mire a Cristo Jesús.

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