martes, 24 de enero de 2012

REPUDIO

Algunos fariseos se acercaron a Jesús
 y, para tenderle una trampa, le preguntaron
si al esposo le está permitido divorciarse de su esposa.
Él les contestó: ¿Qué les mandó a ustedes Moisés?
Dijeron: —Moisés permitió divorciarse de la esposa
dándole un libelo de repudio.
Jesús les dijo: —Moisés os dio ese mandato
 por lo tercos que sois vosotros.
Pero en el principio de la creación, «Dios los creó hombre y mujer.
Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona.»
Así que ya no son dos, sino uno solo.

Véase Deuteronomio para entrar de lleno en esta materia.

El divorcio se ha asimilado con el repudio, de tal manera, que existe una confusión mental entre las gentes y que no es posible evitar, a causa de la muy poca información o de la mucha desinformación que existe sobre esta situación. Cada palabra tiene su valor semántico, aun siendo sinónima.

Aclaro. Un repudio en tiempos de Jesucristo era algo terrible para la mujer. Muy anteriormente, Moisés mandó que se le diera un libelo de repudio para que ella pudiera reivindicarse ante su familia o ante la sociedad. Podía ser disgusto, o también coqueteo, etc.

Esta llevaba aparejada las siguientes consecuencias. La esposa era la despedida y los hijos quedaban bajo custodia y potestad del padre. Más aún, prácticamente de su propiedad. La esposa ni siquiera obtenía el llamado «libelo de repudio»  (certificado de buena conducta, o lo que hoy llamamos referencias).

En el libelo o carta, podía constar que no era despedida por adúltera, sino por otros motivos que hoy conocemos como incompatibilidad de caracteres, falta de aptitudes, de respeto, etc. Las adúlteras eran apedreadas hasta la muerte y, según la Ley, el adúltero también, aunque en este caso parece que se miraba hacia otro lado.

La esposa «repudiable», era poco menos que la propiedad del marido que, por el contrario, podía tener más esposas o concubinas. Así era la situación en la ley de Moisés: Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, (torpe en otras versiones) le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre.  (Deuteronomio 24:1 y SS). Esa era la situación, nada envidiable de la mujer.

Sin embargo la ley era muy comprensiva con las casadas en muchos aspectos, como el que sigue de ejemplo: Cuando alguno estuviere recién casado, no saldrá a la guerra, ni en ninguna cosa se le ocupará; libre estará en su casa por un año, para alegrar a la mujer que tomó. (Deuteronomio 24:5).

Pero en la realidad, la esposa, separada de sus hijos, (dependía del carácter del varón que repudiaba) no tenía más amparo que sus familiares (la que los tenía), y su situación era tan incierta cuanto más pobre era, tal como ahora. Naturalmente cada caso era singular, pero en resumen es esto que estamos  tratando de explicar.

Abundaré, diciendo que apenas se menciona por Jesús la posibilidad de que una mujer repudiara al varón. Pienso que eso ocurría, porque en el régimen económico y social de aquel tiempo era prácticamente imposible; en caso de abandono del hogar la mujer quedaba amancillada, y por tanto era considerada adúltera con las consecuencias conocidas.

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