jueves, 22 de marzo de 2012

CRISTO EN NUESTRA VIDA MARITAL

 

A mí me estremecen las ocurrencias de los que cómodamente situados en el centro de la ley, y a los que Dios, por la causa que sea les ha proporcionado la ocasión de estar lejos de las tragedias o no les importan un bledo.

¡Que fácilmente se juzga y se ejecuta, mentalmente, cualquier suceso! Ni en un tribunal, con jueces avezados en el discernimiento de las verdades o fingimientos, son capaces de estar seguros de sus sentencias. ¡Cuanto menos, nosotros que somos legos e inexpertos!

¡No juzguéis!: dijo Jesús. Y Él y sabía bien lo que decía. ¡Oh, profundidad y claridad de los juicios de Dios en Cristo! ¡A él sea la gloria, la alabanza y la acción de gracias! Sea él nuestro médico, nuestro vivificador, y nuestra viva Esperanza. Su resurrección es la nuestra, y su vida es la nuestra también.   


Y sin más añadiduras digo que un matrimonio cristiano que tiene a Jesús por su modelo y guía, y se entrega a Él totalmente, es muy raro que tenga que mezclarse en estas y otras complicaciones. Vivirá en paz sabiendo que tiene por delante un porvenir grandioso, cualquiera que sean las circunstancias que conspiren contra él. 

Dijo Jesús: Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia. (Juan 10,10 y ss).  Yo no dudo de estas palabras ni por un momento, porque lo he experimentado y lo gozo cada día. Y me va muy bien.

Si se está en Cristo se está donde se debe, y allí no hay temor a tormentas, porque se vive solo para Él, y Él para ti. Si eso es llevado y comprendido así, no hay temor a estas convulsiones y conflictos. Todo lo que he escrito, casi sobra para el creyente fiel. Léame con misericordia, y la comprensión más grande de que sea capaz. Gracias.

AMDG


UNA SOLA CARNE … Y DIOS CON ELLOS



El dicho de Jesús serán una sola carne, es tan cierto como lo más cierto, aunque también dijo que hay que cortar el brazo si este es ocasión de pecado. Si esto se ha de llevar a cabo con unas razones o en unas condiciones, no sé decirlo.

Concreta e individualmente lo desconozco, y no es cosa en la que yo tenga que decidir, ni incitar a otro a que lo haga. Que Dios ayude, y haga que las cosas se procuren hacer según su voluntad. Todos estamos en sus manos.

Si yo mismo hubiera sido abandonado por una infiel esposa, a la hora de ponerme ante un nuevo matrimonio me negaría a hacerlo. Solo en el caso de que mis tendencias sexuales, o las solicitaciones fueran tan fuertes ya se vería. No es fácil el celibato forzado.

Si el mal resultara peor que el casarse de nuevo, posiblemente haría mi opción, en conciencia y encomendándome a la misericordia de Dios. Solo Él sabe lo que podría haber hecho. Y repito como siempre ¿de que otra cosa dependemos?

Esto digo, para no quedar fuera de la realidad, limitándome cómodamente a opinar escribiendo un librito en una computadora. Por que hay gente que sufre, y mucho, y está incapacitada para tomar decisiones meditadas y maduras, estando en angustia de alma y en confusión de espíritu.

Todos o casi todos hemos tenido rasgos de celos, de envidia, de aversión a cosas que nos contrariaban, a pesar de ser conscientes de que esas actitudes no son ni de lejos correctas. Y es que hay momentos en que no somos dueños de nosotros mismos.

Si se entiende así esto, seremos nosotros las personas más comprensivas del mundo. Solo el que se conoce bien a sí mismo y sabe discernir sus propias miserias, también sabe comprender (no justificar) las de los demás.

miércoles, 21 de marzo de 2012

HACERLO BIEN Y BONITO




Es en pro de la armonía que es propia de un matrimonio cristiano, pensado, meditado, y realizado con todos los requisitos imprescindibles, para marchar de forma que sea totalmente conforme con la voluntad de Dios y sus bendiciones. Para Dios, no solo es posible todo, sino además, fácil.

Creo oportuno aportar un caso comprobado de esta clase de situaciones. Conocemos a los protagonistas. Un hombre convertido a Dios tenía en su casa reuniones con gente afín a su fe, y progresaba rápidamente siendo ejemplo vivo del seguimiento fiel a Jesús según su conciencia.

Su esposa que no estaba conforme con la transformación de su marido, y por llevarle la contraria, (ella misma lo confesaba más tarde), le hacía la vida imposible durante todo el día con gruñidos y reproches, y sobre todo recibiendo de mala manera, cuando no echándolos, a los visitantes de su esposo.

Al tiempo, este la llamó un día y la hizo sentarse en la misma mesa donde él se hallaba. Hablándole más o menos de la siguiente manera: «mira (omitimos el nombre) yo te quiero y sabes que siempre te he querido. Ahora aun más, puesto que conozco como se ama cuando se está en el Señor.»

«Yo voy a seguir con esto del cristianismo sea como sea, y quiero decirte que si ves que puedes soportarlo, lo hagas y dejes de comportarte en adelante como lo has hecho hasta ahora. Si ves que no puedes, me lo comunicas en una semana y si no estás conforme, o te vas tu, o me voy yo. Así no vamos a seguir.»

Ella se lo pensó bien, y desde entonces comprendió la realidad de lo que significaba un marido, creyente sólido y consecuente, y no volvió a estorbar. En adelante ayudó con todo, y hasta con los cánticos a los que su maravillosa voz, da vida y alegría. Un hijo abrazó la fe en Cristo, y ya no cuento más, porque los que los conocen (y los conocen muchos), ya saben a quienes me refiero.

Sé que no todo transcurre así, y hasta puedo dudar de que el método seguido por el marido fuera el idóneo. El hecho es que funcionó. Pero si ella se marcha y él se queda joven y solo ¿debe casarse o, por el contrario, quemarse?

Puede esperar a que vuelva la esposa/o, que es otra opción buena, y hay que ponerla en práctica, pero cuando ella (o él) se han ido por otros caminos sin vuelta (sé que todo puede tener vuelta) ¿tiene que verse condenado por la conducta de la parte infiel? El asunto se presenta agudo. Conozco las palabras de Jesús, pero creo que Él tenía una buena mano para resolver estas desgracias.

Esa forma de casamiento en la que se dice «nos casamos el domingo» y el miércoles anterior lo comunican al que ministrará, (es un ejemplo) menoscaba hasta lo más bajo al que lo proyecta, al que consiente ministrarlo, y a la iglesia donde ejerce su responsabilidad.

HERIDAS DE MUCHAS CLASES




Para herir no hace falta golpear con los puños, con instrumentos o armas. Basta el desprecio oculto bajo cada frase, cada acto, cada mirada, para romper el más robusto carácter. Y en ese terreno nadie es más fuerte que el otro.

La falta de sensibilidad de muchos, sobre las necesidades emocionales y de toda índole del otro es violencia, que al ser continuada produce angustias, desvalimiento y entrega del derrotado a vicios y actos regidos por ese estado emocional.

Esto agrava más aun su situación, hasta que muchos revientan al último agravio como un globo, que para los no afectados, es un minúsculo pinchazo, y ya se va todo al garete. Y ya no hay marcha atrás, cosa imposible cuando ya han ejecutado uno contra otro las más viles vejaciones.

Ahora llega la hora de las venganzas, de la guerra sin cuartel, en la que se pretende por todos resarcirse de las situaciones soportadas. Es una situación que conocemos, casi todos los que hemos presenciado estos casos.

De sobra sabemos que entre creyentes cristianos, de cualquier denominación, no es posible concebir semejante trato a nadie, y menos aun a sus deudos. Casi se puede decir que el nuevo matrimonio entre cristianos de verdad, no tiene ni por qué mencionarse, pues entre ellos no habría existido el divorcio.

Abundando sobre lo anterior, si son dos verdaderos cónyuges cristianos, tienen en algo los consejos evangélicos, y las mismas palabras de Jesús, estas consideraciones deberían estar de más. Son superfluas para ellos.

Si los dos están integrados de corazón en cualquier iglesia cristiana, tienen incontables recursos en los hermanos, eclesiásticos, o toda clase de amigos, que los ayudarán a salir de cualquier atolladero en el recorrido matrimonial.

¡Que lejos estamos, cristianamente lejos, de la demasiado injustamente criticada «sumisión a la voluntad de Dios», que podría, hecha en nosotros y por nosotros, templar el buen acero de la voluntad humana rendida a Dios, y blandida contra las fuerzas de las tinieblas y el debilitamiento. (Teilhard de Chardin)

La voluntad de Dios siempre está al cabo de donde acaban nuestras fuerzas, y él puede empezar a actuar en nuestras cosas y en nosotros. La mayoría de los males que nos afectan, es por causa de nuestro descuido y pecado.  

Muchas veces aplicamos preceptos cristianos a los que ni de lejos contemplan, (aunque simpaticen), una vida cristiana como conveniente para ellos. Establecer para estas gentes, simpatizantes del cristianismo, reglas y hermenéuticas que no reconocen de principio, equivale a predicar en desierto y a equivocarnos continuamente.

El error está en considerar cristianos, a los que más o menos frecuentemente acuden a una iglesia, pero que en asuntos de moral se pliegan con toda facilidad, y hasta entusiasmo, a las leyes y usos mundanos, cuando se ven sus inclinaciones favorecidas por tales usos y leyes. En esos casos es increíble la cantidad de argumentos que elaboran y erogan, aparentemente con toda convicción.


Estas consideraciones son impropias para los cristianos que de alguna manera se encuentran en situaciones sobrevenidas, y a los que habrá que enseñar primero a renunciar a sus propios juicios, fueros, y a sus propias voluntades. Y esa entrega al criterio de Jesús, es de muy pocos.

martes, 20 de marzo de 2012

VEJACIONES Y OTROS MODOS DE MALOS TRATOS


Bien es verdad que son una sola carne, como se dice taxativamente en la Escritura, por boca del mismo Jesús. Otros dicen que por causa de fornicación pueden separarse los matrimonios, (aunque también se dice, que el texto que avala esa tesis, es una adición). Esto resulta muy peligroso pues la inerrante Escritura no puede ser puesta en duda a conveniencia.


Otros dicen que si uno de ellos se va (el incrédulo; de otra forma no se entiende como un auténtico cristiano, deja su hogar y su familia), el otro queda libre para casarse con tal que sea en el Señor. (1ª Corintios 7:39)


Esto dicen, los más cercanos a la tesis de la imposibilidad del casamiento nuevo de un cristiano/a divorciado, abandonado, maltratado, etc. Los otros dicen que, simplemente, la disparidad entre caracteres no hace posible la convivencia, por el detrimento en la estabilidad, ejemplo, educación y porvenir de los hijos, etc.


Grave decisión a tomar, entre los que defienden a capa y espada la no posibilidad, y los que aducen que en determinados casos, la necesidad y las circunstancias, obligan a pensar en establecer un nuevo hogar.


Hogar en el que no existan los impedimentos innumerables que se aducen (con razones poco menos que irrefutables), para el normal desarrollo de los hijos y el testimonio ante los demás. Seguimos hablando de “cristianos”


Hay congregaciones que, como anteriormente he dicho, pretenden que si hay engaño de principio, o cualquier otra forma de proceder similar, el enlace espurio deviene en fornicación, y que el matrimonio carece de legitimidad, pues es un caso de fornicación puro más o menos prolongado y aparentemente legitimado.


¿Quién entre los hombres descifra tan ocultos motivos, con justicia y pleno conocimiento? Ni siquiera los mismos pacientes de estas enfermedades espirituales son capaces, en la mayoría de las ocasiones, de discernir claramente su situación.


Sobre estos temas se pueden proyectar (y todos proyectan) muchos  claroscuros, muchas luces y muchas oscuridades. Hablaré muy brevemente, y cada uno se tome su tiempo de reflexión y estudio, sobre todo de la Escritura, y de lo que tantos sabios y santos hombres han escrito sobre estas cosas.


No quiero abundar en ejemplos que todos conocen. Abandonos, malos tratos, persecución, amenazas, desprecios, y todo el catálogo que hombres y mujeres viles, perpetran contra sus cónyuges, a los que tratan mal, sin pizca de conciencia, y del que hacen víctimas a los hijos, y a toda la familia en general directamente o por repercusión. Los llamados “daños colaterales” que tan terribles son.


Tropelías, desenfreno, acosos de toda índole, palabras de desprecio, ironías, negarse al otro, y un cúmulo de actos que se perpetran entre cónyuges, son también violencia de la peor especie.


Las peores y más insoportables e injustas heridas, las causan esta clase de violencias, perpetradas como «jugarretas que no tienen importancia». Pequeñas represalias buscadas que no son pequeñas para el que las sufre, sino para el que mira estas cosas como bagatelas, porque hasta que a él o ella, personalmente no le llegan, no sabe valorarlas.


¿DISCERNIR? ¡QUE DIFÍCIL NOS LO PONEN !



Tenemos conciencia, y tenemos o podemos adquirir conocimiento. Podemos adquirir más discernimiento de la Escritura, que muy pocos han estudiado de veras y completamente. Por eso hay en las iglesias tantos niños en Cristo. Como dice el apóstol Pablo: Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír.

Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.

Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. (Hebreos 5, 11 y ss).

Es insólito que entre los pecados cometidos por hombres y mujeres en relación con el mandamiento relativo a la sexualidad, este del nuevo casamiento de divorciado con otra persona, es el que más polémica levanta entre las diversas iglesias, y entre las personas cristianas que en este asunto no logran acercar las distintas sensibilidades.

Se han expuesto por activa y por pasiva, unos textos muy concluyentes en boca de Jesús, y en las cartas de San Pablo, fiel exponente de la doctrina de Cristo. Ni mucho menos se contradicen si no se les busca motivo de discrepancia.

Estos han sido objeto de controversia por parte de las distintas iglesias cristianas, de todas las regiones y de todas las denominaciones, desde la más numerosa a la que solo es un conjunto de una veintena de miembros. y realmente no se toma en cuenta el contexto en el que fueron dichas.

Hay dos frases favoritas que se airean siempre que se trata este tema tan sensible. «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre», (Mateo 19:6) y el texto de la carta de San Pablo a los Corintios en el que se dice que si el cónyuge no creyente se separa que se separe, porque a libertad hemos sido llamados. (1ª Corintios 7:15).

Naturalmente, unos toman como decisivas unas palabras, y otros en cambio esgrimen otras. Sobre ellas hacen su caballo de batalla y las posturas irreconciliables se enconan, cuando se encaran mutuamente para discernir lo bueno y lo que agrada al Señor. Sobre esto escribiré más adelante.

Yo no quiero ser el que establezca el dogma, (estaría bueno), pero si me siento con libertad, para aportar todas estas consideraciones, al hilo de lo que unos y otros aducen para sostener sus tesis, que por supuesto e invariablemente, consideran las correctas cada uno de los muchos «beligerantes» en esta árida polémica.

Es incómodo, por no decir más, estar en desacuerdo o discrepar de alguna manera, con maestros y personas de una probada fidelidad y conocimiento, pero no es insólito que esos varios maestros, a cual más sabio y preparado, estén totalmente en desacuerdo.

Si para alguien medianamente preparado es difícil asumir, elegir, o amalgamar sus distintas tesis, ya se me dirá que pueden hacer los que de estas cosas saben lo más común, y a menudo, lo menos provechoso y más banal de estos asuntos tan graves y decisivos.

lunes, 19 de marzo de 2012

CASUÍSTICA SOBRE EL DIVORCIO


 


Sobre este asunto del divorcio, hay mucho o poco que decir, según el pensamiento de cada cual. Si partimos de la base de que el divorcio es abominable, no tiene objeto hablar de nuevo matrimonio.

Si el matrimonio es de creyentes, no hay ni para qué hablar de divorcio. Eso es para otra clase de personas que lo ven como algo positivo. Allá cada cual con sus creencias, si bien lo que la experiencia nos dice, es que un divorcio es una calamidad que proporciona muchos quebraderos y sufrimientos.

Si uno de los consortes no es cristiano, o lo es al uso moderno, entonces entramos en la dinámica del mandamiento de; si el incrédulo se marcha, pues bien ido esté como dice el apóstol Pablo: Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. (1ª Corintios 7:15).

Yo creo que esto es bastante claro aunque hay tantas interpretaciones como lectores o enseñantes. Se suscita entonces que es lo que ha de hacer el cónyuge inocente, y que siempre es el creyente, en este concreto caso al que nos estamos refiriendo. No es concebible de otra manera.

Es temerario elaborar doctrina, y no es eso lo que hago en este libro, sino poner delante de cada cual, ideas y orientaciones que estoy seguro que muchos calificarán de desorientaciones. ¡Que se le va a hacer! No a todos les gusta el mismo pastel.

Tengo por cierto, que la información es primordial para el cristiano de cualquier tendencia, y aunque pueda pecar de osado, creo sinceramente que las cosas hay que decirlas… y claras. La ignorancia es el peor enemigo, y su insolencia causa muchos males. Todo malo es ignorante. Creo que una información abierta, garantiza mejor que nada la correcta toma de decisiones.

Cuando una persona se halla perpleja, hace lo que más le gusta o cree que es la mejor solución para ella, pues no tiene conocimiento para discernir, ni base a la que atenerse con plena conciencia. La incertidumbre le hace sufrir, y su gusto le hace rebelarse contra lo que le es inconveniente, porque no sabe muy bien si es lo cierto.

He oído relatos de personas afectadas, y me he sorprendido de la confusión y la ignorancia que preside cualquier razonamiento que me hacían. No, la ignorancia no resulta útil, aunque reconozco que la información puede ser manipulada y erróneamente interpretada. Eso ya es lugar común, en este mundo de mentira y de falacia.

Hay personas que quizás con más mérito y discernimiento que yo, piensen que lo mejor es dar el mandamiento, y pasarse de prudentes antes que de atrevidos. Que es mejor dar el mandamiento sin matices, y que se cumpla a rajatabla. Yo no lo veo así.

Puede ser, pero eso hace que ninguna persona que milite en iglesia herética o desordenada, conozca las cosas que conciernen y convienen a la vida cristiana total, y a la forma de conducirse en la Iglesia de Cristo, que es columna y baluarte de la verdad. (1ª Timoteo 3:15).

La Iglesia no es la verdad, porque la verdad solo es Cristo, pero la Iglesia la posee de Cristo y por tanto ha de hacerla conocer, porque el conocimiento vedado (para no suscitar dudas), no es bueno. Eso creo yo.

MATRIMONIO DE DIVORCIADOS

 

Digo, pues, a los solteros y a las viudas,
que bueno les fuera quedarse como yo;
pero si no tienen don de continencia, cásense,
pues mejor es casarse que estarse quemando.

Pero a los que están unidos en matrimonio,
 mando, no yo, sino el Señor:
 Que la mujer no se separe del marido;
y si se separa, quédese sin casar,
o reconcíliese con su marido;
y que el marido no abandone a su mujer.
(1ª Corintios 7)

Se alega el texto de Corintios, en el que Pablo dice que si el cónyuge infiel quiere continuar la convivencia, no se le despida ni se le abandone según el caso. Pero hay que entender algo importante que se argumenta por muchos: Y esto es para “cristianos”, no par simpatizantes o indiferentes

¿Palizas, agresiones de palabra, desorden, infidelidades más o menos ocultas o disimuladas, y otros muchos etc. ¿son convivencia? Estar temblando de llegar a casa, o de que el otro llegue ¿eso es convivencia?

Vivir continuamente la tortura de sentirse despreciado, vejado y anulado ¿es convivencia? Hay que romper el cascarón, e ir al meollo de las creencias, como hizo Jesús, y tratar cada caso no solo desde el punto de vista de la ley, o sea a rajatabla, sino, tal cómo él los resolvió. Tal dicen algunos contra el criterio de otros, que se mantienen en la letra del mandamiento con todo legítimo rigor.

Si desde el mismo momento del compromiso, este va trufado de reservas mentales y de segundas intenciones, eso no es matrimonio. Es un remedo triste y desgraciado del verdadero matrimonio. Este pone antes que nada el amor a Dios, y el firme propósito de ser fiel al pacto que se concierta, nada menos, que ante el mismo Dios, y con Él.

Se trata de dos personas que conociendo a Dios, se alían para hacer su Santa Voluntad, en el convencimiento que, de hacerlo, serán los beneficiarios de grandes y hermosas bendiciones, y unos hijos que los honrarán y serán también bendecidos por Dios.

Es el divorcio una calamidad que no se puede contemplar con indiferencia. Ponderando solamente los sufrimientos y la indefensión en que quedan los hijos, hemos de decir que los creyentes abominamos del divorcio que, precisamente por su perversión y perjuicio para la vida espiritual y material de las personas, es aborrecido por Dios que nos ama de verdad.

Soy consciente de que me dejo en el tintero muchos aspectos y casuística, sobre este espinoso asunto del divorcio, pero ya hay publicados muchos libros gruesos, sutiles y documentadísimos a los que dirigirse. Yo lo que busco es que esto lo piensen todos los lectores, y que saquen sus conclusiones a la luz del maravilloso Evangelio de Jesús. Yo, como dijo el sabio: «solo sé que no sé nada».