miércoles, 21 de marzo de 2012

HACERLO BIEN Y BONITO




Es en pro de la armonía que es propia de un matrimonio cristiano, pensado, meditado, y realizado con todos los requisitos imprescindibles, para marchar de forma que sea totalmente conforme con la voluntad de Dios y sus bendiciones. Para Dios, no solo es posible todo, sino además, fácil.

Creo oportuno aportar un caso comprobado de esta clase de situaciones. Conocemos a los protagonistas. Un hombre convertido a Dios tenía en su casa reuniones con gente afín a su fe, y progresaba rápidamente siendo ejemplo vivo del seguimiento fiel a Jesús según su conciencia.

Su esposa que no estaba conforme con la transformación de su marido, y por llevarle la contraria, (ella misma lo confesaba más tarde), le hacía la vida imposible durante todo el día con gruñidos y reproches, y sobre todo recibiendo de mala manera, cuando no echándolos, a los visitantes de su esposo.

Al tiempo, este la llamó un día y la hizo sentarse en la misma mesa donde él se hallaba. Hablándole más o menos de la siguiente manera: «mira (omitimos el nombre) yo te quiero y sabes que siempre te he querido. Ahora aun más, puesto que conozco como se ama cuando se está en el Señor.»

«Yo voy a seguir con esto del cristianismo sea como sea, y quiero decirte que si ves que puedes soportarlo, lo hagas y dejes de comportarte en adelante como lo has hecho hasta ahora. Si ves que no puedes, me lo comunicas en una semana y si no estás conforme, o te vas tu, o me voy yo. Así no vamos a seguir.»

Ella se lo pensó bien, y desde entonces comprendió la realidad de lo que significaba un marido, creyente sólido y consecuente, y no volvió a estorbar. En adelante ayudó con todo, y hasta con los cánticos a los que su maravillosa voz, da vida y alegría. Un hijo abrazó la fe en Cristo, y ya no cuento más, porque los que los conocen (y los conocen muchos), ya saben a quienes me refiero.

Sé que no todo transcurre así, y hasta puedo dudar de que el método seguido por el marido fuera el idóneo. El hecho es que funcionó. Pero si ella se marcha y él se queda joven y solo ¿debe casarse o, por el contrario, quemarse?

Puede esperar a que vuelva la esposa/o, que es otra opción buena, y hay que ponerla en práctica, pero cuando ella (o él) se han ido por otros caminos sin vuelta (sé que todo puede tener vuelta) ¿tiene que verse condenado por la conducta de la parte infiel? El asunto se presenta agudo. Conozco las palabras de Jesús, pero creo que Él tenía una buena mano para resolver estas desgracias.

Esa forma de casamiento en la que se dice «nos casamos el domingo» y el miércoles anterior lo comunican al que ministrará, (es un ejemplo) menoscaba hasta lo más bajo al que lo proyecta, al que consiente ministrarlo, y a la iglesia donde ejerce su responsabilidad.

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