miércoles, 14 de marzo de 2012

¿INFIDELIDAD... O TRAICIÓN?



Insisto en que el divorcio es un mal tan enorme, que destruye todo amor y toda comprensión entre los cónyuges que toman esa terrible decisión. Como el niño que escapa de su casa con su hatillo, y al anochecer vuelve a ella aterido y hambriento, así el divorciado, hombre o mujer, no se da cuenta de que ha cometido un terrible error (por no decir la palabra “pecado”, que tanto asusta y disgusta a muchas gentes).

En su fuero interno, y a pesar de las vicisitudes del proceso, aun cree que el otro cónyuge le pertenece, y que a pesar de la separación, es posible que todo vuelva a la misma situación anterior. Naturalmente si las cosas andan por el cauce que esta persona cree que deben ir.

Pero esto no es así. Ellos creen que esa separación no es una realidad, sino algo así como un tira y afloja continuado. Solo cuando las cosas se ponen definitivamente tirantes, y el matrimonio está roto de verdad

Ya se han dicho y hecho muchas barbaridades, de uno contra el otro y es cuando la persona se encuentra a la intemperie, y cuando el divorcio muestra sus verdaderas garras, su verdadero horror.

Ya hemos dicho que el divorcio, emanante del repudio, es un ultraje a Dios en la persona del otro cónyuge. El divorcio (consentido o no, por los dos cónyuges), es el rompimiento del pacto contraído con Dios mismo; pacto que al romperse, ultraja todo el plan de Dios, y hunde en la ruina la vida espiritual de los hijos.

Que estas cosas ocurran entre incrédulos, no nos ha de sorprender, ya que esos matrimonios suelen ser fornicaciones más o menos legalizadas. En esos pensamientos y teorías, se habla mucho de libertad pero, curiosamente, se es muy estricto cuando se habla de fidelidad.

La promiscuidad para ellos es buena, pero la infidelidad (sobre todo, la casual de la mujer), es algo tan terrible que tiene casi la misma calificación, que la de las antiguas mujeres sorprendidas en adulterio. Pero no obstante y curiosamente, en todos los foros y con escasas excepciones, la fidelidad, de repente, se hace resaltar con rara virulencia.

Gentes que hablan de libertad absoluta, y que no solo practican, sino que promueven la promiscuidad, se tornan furibundos defensores de la fidelidad. ¿Cómo es posible que gentes que propugnan la inmoralidad más absoluta, defiendan con tanto ardor la fidelidad entre hombre y mujer?

Individuos carentes casi en absoluto de moral y de principios, hablan de ética y de responsabilidad. ¿Y eso es lo nuevo que aportan? ¿Y no es ese el mensaje que Jesús dejó grabado con el fuego de su palabra en los corazones de los cristianos, y que estos no se han cansado de predicar, y más aun con el ejemplo?

¿Hay cristianos errados y farsantes que se hacen pasar por tales? ¿Y qué? ¿Hay cristianos que caen llevados de una pasión o de una tentación apenas resistible? ¿Y qué? eso ocurre en todos los niveles y aspectos de la vida. ¿A usted no?

El cristiano es una persona sujeta a las mismas tensiones que acosan también a los demás. ¿Por qué creemos que necesitamos a Cristo? Si fuésemos perfectos cumplidores de la ley ¿para que murió Cristo? (Gálatas 2:21).

Nadie puede echar para atrás, con razón, ni uno solo de los preceptos que hay contenidos en la palabra de Dios, que es la «Constitución del cristiano». La verdad, es inamovible. El ser humano, cristiano o no, es falible y débil. ¡Todos!

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