jueves, 8 de marzo de 2012

DIVORCIO Y SECUELAS


No adulterarás, no matarás, no hurtarás,
no dirás falso testimonio, no codiciarás,
y cualquier otro mandamiento,
en esta sentencia se resume:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El amor no hace mal al prójimo;
así que el cumplimiento de la ley es el amor.
 (Romanos 13).

 La situación real es terrible y los daños económicos, físicos, (69 crímenes por esta causa) y sicológicos, sumen a la sociedad del desarrollo y la emancipación religiosa, en un feroz sufrimiento y degradante desconcierto moral.

La cifra de rupturas matrimoniales alcanza cada año aproximadamente un 10% más que el año anterior, así como los crímenes perpetrados por causas concomitantes. Comparando con el año 1990 el aumento es de vértigo, y se espera que en los próximos años (contando con las uniones de hecho que se separan, las uniones matrimoniales o afines llegarán al 50% de divorcios.

Si usted se casa sepa que hay una probabilidad de un 50% de posibilidades de que su matrimonio termine en divorcio. Desde 1990 ya se han incrementado más del 80% los divorcios que se producen. En la actualidad (2012) ese 50% parece ya superado.

Más del 50% en cifras redondas, no alcanzan los diez años de vigencia, y aproximadamente el 70% finiquita antes de los quince años. Son cifras tomadas a voleo de las estadísticas existentes, y con más o menos exactitud, esa es la situación, bien ilustrativa por cierto, de la extensión de este gran mal.

Como siempre, los que pagan las consecuencias de estas rupturas son los niños, como elemento más débil de todo este tinglado de mentira y traiciones al compañero/a, al que se había jurado amor hasta la muerte, refrendado en las iglesias o en los juzgados y hasta ayuntamientos.

Los niños sufren cambios de domicilios bruscos, en medio de las tormentas emocionales que se provocan en las separaciones de los padres; sufren trastornos físicos, fracaso escolar, anticipación en sus actividades sexuales, vulnerabilidad ante la droga, el alcohol, y los etcéteras de rigor.

Todo eso lo conocen los padres que se separan, y que afirman vehementemente que adoran a sus hijos. A pesar de estas manifestaciones, los progenitores buscan más su propio derecho antes que el de los hijos. No de otra manera, se explica lo que está ocurriendo.

Del aborto no deseo ni hablar, y solo lo menciono como una plaga admitida tranquilamente por multitudes, y contra la que de no resistir a todo trance, la lucha está perdida. Lo dejo, porque para mí  son «aguas profundas.» Ya lo trato en otros escritos.

También, anteriormente, se han tenido que preparar otras medidas contra el alcoholismo, la drogadicción, la ludopatía, y otro largo etcétera de dependencias, resultantes de esa llamada «libertad» y desentendimiento de la moral cristiana. Pero el pueblo así lo quiere.

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