martes, 20 de marzo de 2012

¿DISCERNIR? ¡QUE DIFÍCIL NOS LO PONEN !



Tenemos conciencia, y tenemos o podemos adquirir conocimiento. Podemos adquirir más discernimiento de la Escritura, que muy pocos han estudiado de veras y completamente. Por eso hay en las iglesias tantos niños en Cristo. Como dice el apóstol Pablo: Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír.

Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.

Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. (Hebreos 5, 11 y ss).

Es insólito que entre los pecados cometidos por hombres y mujeres en relación con el mandamiento relativo a la sexualidad, este del nuevo casamiento de divorciado con otra persona, es el que más polémica levanta entre las diversas iglesias, y entre las personas cristianas que en este asunto no logran acercar las distintas sensibilidades.

Se han expuesto por activa y por pasiva, unos textos muy concluyentes en boca de Jesús, y en las cartas de San Pablo, fiel exponente de la doctrina de Cristo. Ni mucho menos se contradicen si no se les busca motivo de discrepancia.

Estos han sido objeto de controversia por parte de las distintas iglesias cristianas, de todas las regiones y de todas las denominaciones, desde la más numerosa a la que solo es un conjunto de una veintena de miembros. y realmente no se toma en cuenta el contexto en el que fueron dichas.

Hay dos frases favoritas que se airean siempre que se trata este tema tan sensible. «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre», (Mateo 19:6) y el texto de la carta de San Pablo a los Corintios en el que se dice que si el cónyuge no creyente se separa que se separe, porque a libertad hemos sido llamados. (1ª Corintios 7:15).

Naturalmente, unos toman como decisivas unas palabras, y otros en cambio esgrimen otras. Sobre ellas hacen su caballo de batalla y las posturas irreconciliables se enconan, cuando se encaran mutuamente para discernir lo bueno y lo que agrada al Señor. Sobre esto escribiré más adelante.

Yo no quiero ser el que establezca el dogma, (estaría bueno), pero si me siento con libertad, para aportar todas estas consideraciones, al hilo de lo que unos y otros aducen para sostener sus tesis, que por supuesto e invariablemente, consideran las correctas cada uno de los muchos «beligerantes» en esta árida polémica.

Es incómodo, por no decir más, estar en desacuerdo o discrepar de alguna manera, con maestros y personas de una probada fidelidad y conocimiento, pero no es insólito que esos varios maestros, a cual más sabio y preparado, estén totalmente en desacuerdo.

Si para alguien medianamente preparado es difícil asumir, elegir, o amalgamar sus distintas tesis, ya se me dirá que pueden hacer los que de estas cosas saben lo más común, y a menudo, lo menos provechoso y más banal de estos asuntos tan graves y decisivos.

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