Después de casados comprueban con dolor, que no había nada de eso en la persona amada, y que su vida es solo un continuo dolor, al comprobar la manera de comportarse de su ya esposo-esposa.
Realmente ellos ya se habían figurado algo, pero su pasión les llevó a dar por bueno lo que ellos sospechaban, con razón, que solo era una táctica sutil por parte del otro para conseguir sus malvados objetivos.
Pretender en las circunstancias que brevemente hemos mencionado (hay a miles), que los hechos sigan como si tal cosa, es desconocer la verdadera entidad de la voluntad de Dios, para nuestra salvación y vida sana en paz. El mandamiento es fiel y correcto.
Tratar de desvirtuarlo es necedad y pecado, pero asimismo, tratar de juzgarlo y tratarlo desde un sillón, en la paz del cristiano más elevado espiritualmente, puede resultar soberbia y una falta clamorosa de misericordia.
Por supuesto que la solución, no es hacer las cosas como a cada uno se le antoje. Si hay voluntad de agradar a Dios, es natural que se busquen adecuaciones que traten a la vez el problema, y no violen la misericordia y la voluntad de Dios, que solo es el bien de los hombres.
Tal vez a muchos, con razones sólidas, no les parezca bien que se produzcan casos de anulación de matrimonio por causa de mala intención previa, problemas sexuales posteriores, y reservas mentales que se aducen para tales anulaciones. Para ellos el mandamiento es férreo, y no cabe una solución ni el ejercicio de la misericordia.
Es muy respetable tal posición, aunque creo que las causas de anulación cuando son por causas legítimas y verídicas, tienen un peso enorme en la decisión de tales anulaciones. El hecho de haberse hecho unos votos en una ceremonia de cualquier clase, con reservas mentales o intenciones viles o desordenadas, no hace de esa ceremonia un verdadero casamiento o matrimonio.
La presencia de sacerdote, pastor, o cualquier clase de persona (clérigo o no), por muy relevante que sea no valida tal parodia. La sana intención, y los votos interiores de los contrayentes delante de Dios, como debe ser en cristianos sinceros, es lo único que constituye el vínculo sagrado. (Orígenes)
Y si hay esa falta de conocimiento, cárguese a la cuenta de los que ostentan cargo eclesial, la proporcional y justa responsabilidad, por no hacer que en su congregación silbe el látigo del espíritu, y el bálsamo de la Gracia de Dios. De no ser así Jesús hubiese dicho que la ley era la ley y que la mujer adúltera fuera lapidada. Y eso no lo dijo. Solo dijo a la mujer: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. (Juan 8:11)
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