Hay que repetir una y otra vez, que no estoy por la labor de justificar un divorcio o cosa parecida. ¡Faltaría más! Reflexionemos en cada decisión que tomemos sobre estos asuntos, y entonces, y a la luz de la correcta interpretación de lo que Jesús llamó misericordia y perdón, obremos en consecuencia.
Conocí el caso de una mujer que se casó muy joven, y con la ilusión propia de quien, a esa edad, esta llena de aspiraciones y de anhelos, ante una confiada vida en común. Totalmente ilusionada se casó enamorada, y con las aspiraciones propias de una joven de esa edad.
El marido empezó pronto a maltratarla, y en más de una ocasión tuvo que salir de su casa, porque su marido, después de darle golpes y puntapiés, iba hacia ella con un cuchillo. Borracho o sobrio era alguien peligroso para todos.
El hombre se marchó de casa para seguir con su loca y crapulosa vida, yendo y viniendo cuando le parecía, siempre en pésimas condiciones, y con la misma intención de apremio sexual del momento. Es materia pegajosa, y fácilmente se puede disgustar a muchos, pero los conflictos hay que abordarlos.
Ella estuvo años y años, esperando que él se enmendara. Y la preguntas que se reciben cuando se refiere el caso son tajantes y de difícil respuesta ¿Es lícito obligar a esta mujer a estar encadenada por sus convicciones cristianas, a una vida de tortura real y física?
¿A que se arrastre por la vida con los hijos, trabajando estos desde niños, con las carencias más estrictas, sin amparo ni solución a sus problemas? Refugiada en casa de su madre y recibiendo ayudas miserables de parientes y amigos siendo mujer trabajadora y de carácter pacífico y amable.
¿Es preferible que se entregue a la prostitución, o que mate al marido? ¿La condenamos a una vida miserable, solo porque cuando tenía quince años tuvo unos arrebatos de pasión o locura, propios de la juventud ilusionada y ciega? ¿La miseria y el desamparo, es algo preceptivo para la conversión?
Intentar un enroque entre la situación en tiempo de Jesús a la actual, es cuanto menos un error o una ingenuidad. En aquel tiempo se practicaba el repudio y el concubinato, por lo que las palabras de Jesús estaban dichas en otro contexto y con distinta intencionalidad.
Si los versículos «no lo separe el hombre» son afirmaciones categóricas, no se busque otra ilustración. Sobran todos los libros escritos y por escribir. Si la pregunta en vez de ser sobre el repudio hubiese sido para otro asunto concreto, Jesús probablemente hubiese dado otra respuesta. La que dio fue para responder, concretamente, a una pregunta concreta: ¿se puede repudiar por cualquier causa?
El que muchas personas plenas de razones y mejores intenciones, se aferren a estas consideraciones para legitimar un desafuero (de quien sea) o para refutarlo, no invalida el valor de las preguntas que se me formulan.
De mi parte no es sino una reflexión de ningún modo dogmática. Unos y otros tienen sus razones bienintencionadas y sinceras. Lo cierto es que la perplejidad aparece, en cuanto se debate esta cuestión.
Cualquiera puede discernir que el sacrificio y el heroísmo de la renuncia cristiana, son los que deberían prevalecer. Así debe ser. Eso es rigurosamente cierto, y yo defiendo esa postura que es correcta y concordante con la letra del Evangelio. Pero el asunto tiene más matices que el arcoíris. Miremos a continuación.
EL MATRIMONIO DEBIA DECLARARSE NULO POR GRAVE DEMENCIA PSIQUICA DEL MARIDO, ENDEMONIADO REALMENTE, si un exorcista no lo libera, que se vaya solo al Infierno.
ResponderEliminarEn todas las épocas ha habido maltrato y divorcios tanto de las personas que no eran conocedoras de las escrituras bíblicas , como las que lo eran , y nunca fué plato de buen gusto ( sin embargo , estas escrituras bíblicas se hicieron pensando en tiempos venideros ; solo el que persevere hasta el fin será salvo).
ResponderEliminarUn saludo , Yolanda Rivas (Hija de Antonio de Santa Fe )