lunes, 19 de marzo de 2012

CASUÍSTICA SOBRE EL DIVORCIO


 


Sobre este asunto del divorcio, hay mucho o poco que decir, según el pensamiento de cada cual. Si partimos de la base de que el divorcio es abominable, no tiene objeto hablar de nuevo matrimonio.

Si el matrimonio es de creyentes, no hay ni para qué hablar de divorcio. Eso es para otra clase de personas que lo ven como algo positivo. Allá cada cual con sus creencias, si bien lo que la experiencia nos dice, es que un divorcio es una calamidad que proporciona muchos quebraderos y sufrimientos.

Si uno de los consortes no es cristiano, o lo es al uso moderno, entonces entramos en la dinámica del mandamiento de; si el incrédulo se marcha, pues bien ido esté como dice el apóstol Pablo: Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. (1ª Corintios 7:15).

Yo creo que esto es bastante claro aunque hay tantas interpretaciones como lectores o enseñantes. Se suscita entonces que es lo que ha de hacer el cónyuge inocente, y que siempre es el creyente, en este concreto caso al que nos estamos refiriendo. No es concebible de otra manera.

Es temerario elaborar doctrina, y no es eso lo que hago en este libro, sino poner delante de cada cual, ideas y orientaciones que estoy seguro que muchos calificarán de desorientaciones. ¡Que se le va a hacer! No a todos les gusta el mismo pastel.

Tengo por cierto, que la información es primordial para el cristiano de cualquier tendencia, y aunque pueda pecar de osado, creo sinceramente que las cosas hay que decirlas… y claras. La ignorancia es el peor enemigo, y su insolencia causa muchos males. Todo malo es ignorante. Creo que una información abierta, garantiza mejor que nada la correcta toma de decisiones.

Cuando una persona se halla perpleja, hace lo que más le gusta o cree que es la mejor solución para ella, pues no tiene conocimiento para discernir, ni base a la que atenerse con plena conciencia. La incertidumbre le hace sufrir, y su gusto le hace rebelarse contra lo que le es inconveniente, porque no sabe muy bien si es lo cierto.

He oído relatos de personas afectadas, y me he sorprendido de la confusión y la ignorancia que preside cualquier razonamiento que me hacían. No, la ignorancia no resulta útil, aunque reconozco que la información puede ser manipulada y erróneamente interpretada. Eso ya es lugar común, en este mundo de mentira y de falacia.

Hay personas que quizás con más mérito y discernimiento que yo, piensen que lo mejor es dar el mandamiento, y pasarse de prudentes antes que de atrevidos. Que es mejor dar el mandamiento sin matices, y que se cumpla a rajatabla. Yo no lo veo así.

Puede ser, pero eso hace que ninguna persona que milite en iglesia herética o desordenada, conozca las cosas que conciernen y convienen a la vida cristiana total, y a la forma de conducirse en la Iglesia de Cristo, que es columna y baluarte de la verdad. (1ª Timoteo 3:15).

La Iglesia no es la verdad, porque la verdad solo es Cristo, pero la Iglesia la posee de Cristo y por tanto ha de hacerla conocer, porque el conocimiento vedado (para no suscitar dudas), no es bueno. Eso creo yo.

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