Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.
Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.
Porque aunque de nada tengo mala conciencia,
no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.
Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas,
y manifestará las intenciones de los corazones;
y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.
(1ª Corintios 4, 1).
Creo que debo advertir al lector, que lo que aquí expongo está sujeto, de buen grado por mi parte, a toda matización o controversia. ¡Bienvenidas!
La brevedad del escrito no se presta a grandes desarrollos doctrinales, ni mi intención es crear tesis, sino proporcionar el conocimiento de factores que considero importantes para la comprensión de muchos problemas matrimoniales.
Por otra parte deseo llegar con él a todos, desde el más letrado al más sencillo, con el fin de lograr para estas materias opinables, la mayor comprensión por parte de todos.
Enzarzarse en materias controvertibles de orden menor, para al final no llegar a nada, es despreciar el tiempo necesario para dialogar de asuntos reales del espíritu, que son los que dan calibre y fuste a la vida cristiana.
Decía San Pablo: pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. 1ª Corintios 8,8... porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Romanos 14,17.
Es, a mi juicio, una grave responsabilidad sujetar a los discípulos a disciplinas innecesarias, dejando de lado lo que es verdaderamente de sustancia y provecho. De otros textos, de sobra conocidísimos por los estudiosos de la Escritura , ni voy a comentar.
Recuerdo bien a un buen creyente evangélico, que imponía el mandamiento de no beber vino, etc. Tuvimos largos, tediosos, y hasta tensos debates, hasta que, por mi parte, di por zanjada la cuestión sin más discusiones, que de hecho entorpecieron nuestra, hasta entonces, buena relación. Y conste, que no me gusta la bebida. Pero su exigencia no era aceptable a la luz de la Escritura.
Se comprende que mi esfuerzo por lograr un ecumenismo, siquiera no agresivo ni excluyente, no ha tenido a lo largo de mi larga trayectoria mucho éxito. Hasta hoy, solo he recogido desabrimiento y muy poco espíritu de fraternidad. Y no digo más.
Todos dicen lo mismo. «Texto sin contexto, es pretexto... Sana interpretación... Todos tenemos la Biblia pero, ¿quién la interpreta?» y un largo etc. Como si el asunto de la salvación se basara en una interpretación más o menos estricta de algún precepto no malo en sí, pero innecesariamente impuesto. Solo la adhesión completa a Jesús nos redimirá de nuestra ignorancia y nuestra tendencia al mal. Lo demás es bueno si tiende invariablemente a la honra y alabanza de Dios en su hijo Jesucristo.
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