sábado, 24 de diciembre de 2011

LA CORRUPCIÓN CONTINÚA


LA CORRUPCIÓN CONTINÚA

Si queremos abreviar, diremos que fornicar es copular  una mujer y un hombre que no están casados. Elemental; y si esto no tuviera más connotaciones, este articulo ya estaría terminado con este simple aserto. Pero el asunto contiene muchísimas más implicaciones.

Establezcamos de principio que la palabra fornicación, tenía en la antigüedad un significado diferente al que ahora se le concede. La fornicación idolátrica era, en tiempos del Antiguo Testamento, la que se efectuaba por parte de las mujeres idólatras cuando se entregaban a los hombres (también fornicarios) mediante pago.

Este «tributo» se entregaba a los sacerdotes de los dioses que adoraban, como contribución para mantener el clero, los templos, el culto, etc. Era cuestión de honor en algunos pueblos paganos, y hasta las altas damas lo practicaban. No abundaremos sobre esto.

Otra forma de fornicación (en rigor, la misma) es la adoración de ídolos, que sustituyen a la adoración al Dios creador y revelado, tanto en las Escrituras como en toda la creación, tanto en el macrocosmos como en el microcosmos.

El Señor utiliza por medio de los profetas la mención de esta forma de prostitución, comparando la infidelidad de su pueblo que dejándole se volvía a los ídolos, para amonestar a Israel, que de esposa de Dios elegida y encumbrada por Él mismo, se volvía a los lugares idolátricos, prostituyéndose y dejándole a Él.

Todos los profetas, advierten contra la desconfianza en Yahvé, y la inconsecuente inclinación de los israelitas a ofrecer adoración a los dioses de los pueblos de alrededor. Y como todo acto conlleva sus consecuencias, este de la fornicación también es de unas consecuencias incalculables en términos de perjuicio a la sociedad, y es sabido que lo que es malo para la colmena es malo para la abeja. 

La abolición de la poligamia, trajo la fornicación (aunque siempre ha existido) como forma de sexualidad ilícita, contaminada por los pueblos paganos a los que Dios había condenado por su corrupción, para que fueran sustituidos por el pueblo obediente y adorador del Dios creador, benéfico, único y verdadero.

Y que no era cuestión de raza como muchos afirman, sino de fidelidad a las normas de Dios para su pueblo, lo demuestra el mandamiento de aceptar al extranjero en la comunidad israelita, aunque a condición de aceptar a Yahvé, Dios, y sus normas de vida.

Mucho tiempo tuvieron los israelitas para volverse de sus idolatrías que copiaron de los pueblos de alrededor, y que en cada familia empezaba por entregar al primer hijo al fuego del ídolo, ante el cual se quemaban los niños recién nacidos como ofrenda humana.

La contaminación idolátrica creció hasta límites indescriptibles, y fue la perdición de Israel, así de otros pueblos y hasta de enormes imperios. Y hoy se practica de otra forma como es el aborto con las terribles consecuencias de despoblación que se experimenta en todo la tierra.

Cuando Judá fornicó con su nuera Tamar, sin saber que era ella, quiso hacer justiciera punición contra la mujer, al conocer que estaba  encinta. Al darse cuenta de los motivos de Tamar, tuvo que decir: más justa es ella que yo. (Génesis 38,26).

Y es que en multitud de ocasiones, lo que hace la diligencia, el amor, o el derecho de la mujer, se confunde con la fornicación sin más, como acto carnal fisiológico. No es así. La mujer es mucho más compleja.

El contubernio con los pueblos que conquistaban, en vez de destruirlos como era mandato de Dios a causa de sus terribles crímenes y corrupción, inclinó a los israelitas a participar en los cultos idolátricos, levantando las iras de Dios por causa de las abominaciones que para ello practicaban también los hebreos.

Estos asociaban la práctica de la fornicación carnal de hombres y mujeres a la fornicación con los ídolos, pues su adoración era un continuo agravio a Dios, que era el verdadero esposo de Israel, y padre del israelita.

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