miércoles, 28 de diciembre de 2011

¡LO HACE TODO EL MUNDO!


Vivimos tiempos duros para el sentido moral en todas sus facetas, tanto para la mentira generosamente regada por todos los medios de comunicación, como sexual, y en todos los aspectos de la moral ya no solo cristiana, sino es que la moral no suele ser muy tenida en cuenta por las gentes.

Como dice la Escritura: «serán saciados de sus propios caminos». Es lamentable (algunos no lo creen así), que chicas que apenas han salido o entrado en la pubertad, estén siendo llevados por el espíritu del relativismo y el hedonismo rampante, a la práctica de la fornicación. La mayor parte de las ocasiones sin placer alguno, solo por no pertenecer al grupo de las que «aun no lo han probado».

Esta forma de consentimiento a los estímulos o burlas de los compañeros de colegio, instituto o pandilla, origina graves contingencias y complicaciones en su vida futura que, de esperanzada e ilusionada, se transforma en un infierno que perdura la mayor parte de las veces durante toda la vida de la persona que lo practica.

De cuantas muchachas (y chicos) me han contado sus desagradables experiencias, la decepción más frecuente y dolorosa, ha sido el desprecio de la otra persona, (generalmente el varón) que antes de la realización de lo prohibido le decía que era cosa muy buena hacerlo, y que ella era una persona de “mente estrecha”.

Ya sabemos algo de todas esas empalagosas mentiras que se suelen decir cuando una persona sin escrúpulos, codicia realizar el coito con otra. Se apela al amor y al deseo, que son prácticamente equiparados. Lo que solo es un impulso a satisfacer, se intenta sublimar, convirtiéndolo en “amor” que generalmente se esfuma una vez satisfecho el deseo.

Tal cosa se estimula desde los medios de comunicación, y se establecen marcas, que se cuentan como logros dignos de aplauso.  Y es más chocante aun, cuando la mayoría dice que solo tuvieron vergüenza, y no obtuvieron placer alguno. Después se sintieron molestos, y con pérdida de personalidad y autoestima.

No es cosa de este tratado superficial, modesto y limitado, regodearse en las pautas y perjuicios que lleva consigo la promiscuidad, por lo que vamos dejando de lado este pegajoso tema.

Basten estas admoniciones y la experiencia diaria, para que los jóvenes no caigan en esta siniestra serpiente, que ya no les dejará jamás un momento de paz. Los padres tienen en estos asuntos mucho que decir… y dar ejemplo.

Así dice la Escritura a los creyentes, para encerrar en un breve texto toda la síntesis de la conducta cristiana en este, y en todos los aspectos de la vida: Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.  (Efesios 5,1 y ss).

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