Es un aporte de ideas, para reflexión e información, que inviten a cada lector a pensar y buscar intercambio de estas reflexiones, o para mejor asentamiento de la correcta doctrina. Quiero aclarar y no confundir. Titánico esfuerzo, y osada pretensión.
No es bueno que se establezcan conceptos rígidos que, por ser controvertidos y, para más gravedad, de importancia vital en la vida de todos, hombres mujeres y niños, son de muy delicado tratamiento.
La gran multitud de reglas y costumbres que rigen la vida de las iglesias cristianas, se establecen como un corsé mental. Hay personas que por su escasa instrucción, por flojera mental, o falta de interés por las cosas espirituales, necesitan ir a remolque de alguna organización que les lleve sin necesidad de pensar por sí mismas. Y verdaderamente, hay muchos que necesitan de estas muletas espirituales.
Este modo de andar en «religión» de tantas gentes se tiene que apoyar en costumbres y doctrinas que el cristiano inmaduro, tiene por dogmas y mandamientos del Señor, cuando no son más que una forma aleatoria y circunstancial de procedimiento. No necesariamente mala, y tal vez muy buena, pero no determinante y creo que ni exclusivamente la única vertiente, por donde hacer fluir y correr el torrente de la espiritualidad.
Solo que es rígida, y desde luego excluyente. Y no olvidemos que la rígida costumbre, inmovilista y arriscada en asuntos de importancia accesoria, es la peor enemiga del verdadero progreso, tanto cultural como espiritual. La historia nos lo demuestra.
A nuestra simplicísima, pobrísima, variadísima, y ecuménica congregación, vinieron muchos de otras que oían hablar de nosotros. Cada uno dio su versión de como deberíamos hacer las cosas, (vino rojo como la sangre, vino sin alcohol, pan ácimo o al contrario), y muchos casi ridículos etcéteras, que no hay por que mencionar aquí.
Una sola copa o varias, para que cada uno tuviera la suya. Cosa deseable en aras a la higiene, pero no determinantes de cómo había rígidamente que obrar en la alabanza. El despliegue de una larga letanía de normas y condiciones (que hastiaban por su apremio y su repetición), aunque ninguno coincidía con los anteriores «pedagogos». Todos se marchaban discrepantes con nosotros, y con los anteriores visitantes. “Cada maestrillo su librillo”.
El diálogo ecuménico hizo aguas en todas las ocasiones, por cualquier detalle más o menos trivial, que dificultaba como una roca inamovible, cualquier intento de integración y unidad espiritual, de la comunidad llamada “cristiana”.
Se habló mucho de unidad en el Espíritu, pero en cuanto se presentaba una discrepancia de procedimiento, la actitud se tornaba inamovible, y las secas y severas palabras como inaceptable, irreconciliable, inadmisible, etc. abundaban en el «diálogo». Cada uno de ellos era un teólogo único, según su apreciación
Esta falta de sentido crítico y de pertinente estudio, hace que tantos y tantos militen, sin saber por qué, en distintas organizaciones religiosas, aceptando sin más averiguación lo que en ellas se les enseña. El mandamiento de Jesús: Escudriñad las Escrituras. (Juan 5:39), se ignora, y así devienen tantos trastornos y auténticas herejías.
También esto es comprensible, porque muchos miembros de las distintas iglesias, poseen una minúscula cultura, y muchos son semianalfabetos funcionales a pesar de que se esfuerzan en aprender a leer y frecuentar la Escritura. Tienen pues que depender de lo que quiera decirles el «maestro» que les ha correspondido en suerte. No existe mucho interés por aprender, aparte de las consabidas muletillas.
AMDG
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