sábado, 31 de diciembre de 2011

SITUACIONES ANTIGUAS SOBRE EL CONNUBIO


Abundo sobre estas situaciones, con el fin de que todos sepan el valor del cambio cristiano, y a la vez la disposición consecuente y congruente de Dios, al instaurar el reino de Cristo.
El Apóstol Pablo enseña las condiciones que ha de reunir el obispo y el diácono: Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo...
Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. (1ª Timoteo 3:1).

Entre las mencionadas condiciones se destaca (a nuestro propósito) que estos deben ser maridos de una sola mujer, para ejercer bien su ministerio. A los demás convertidos no se les dice nada en especial, ni se le señalan limitaciones.

Vemos en el NT. que en muchos lugares había numerosos judíos formando Iglesias cristianas, así como numerosos paganos convertidos a Cristo. No se les exige la condición de tener una sola mujer expresamente, a pesar de que ya eran convertidos a Cristo.

Simplemente se destaca al obispo ya que este tenía más estrechas y profundas responsabilidades. En aquel tiempo había varios dones en la Iglesia y el obispo era alguien veterano y venerado por sus condiciones de virtud y de enseñanza.

San Pablo en sus exigencias para el gobierno de las Iglesias que iba plantando dice sobre los obispos: Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; etc. (1ª Carta a Timoteo 3:2).  

Abrahán tenía varias mujeres. Cuando enterró a Sara decía de ella “mi mujer”, aunque otras compartieran su lecho, pero sin el rango de su mujer amada. Para ella tuvo ternezas y fidelidad hasta el fin, sin que la compañía de otras constituyera desdoro para ella. Ella era la amada, y comprendía en aquel tiempo la necesidad de que un varón conviviera con varias mujeres, también bienamadas y respetadas.

Para ellos sus mujeres eran cosa cotidiana y el concubinato perfectamente aceptado ya que tener marido era para una mujer algo de o que no podía prescindir y no tener prole una vergüenza y deshonor, y por los padres de las chicas, hasta deseado. Insisto en que no pretendo con ello entronizar la poligamia.

Jesús sobre este y otros asuntos declaró que Moisés les permitía estas cosas “por la dureza de vuestro corazón” (Marcos 10:5). Eran tiempos duros los varones escaseaban por distintas causas que he explicado someramente. Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero. (Génesis 30:1)

Jacob dijo a su suegro cuando quería irse de servirle: Dame mis mujeres y mis hijos, por las cuales he servido contigo, y déjame ir; pues tú sabes los servicios que te he hecho. (Génesis 30:26) Y con ellas marchó Jacob hacia su tierra con sus hijos esposas y concubinas.

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