viernes, 30 de diciembre de 2011

MÁS SOBRE POLIGAMIA ESCRITURAL



En aquel tiempo ninguna mujer aceptaba el celibato o, por cualquier circunstancia, no tener hijos. Esto significaba una deshonra, que se atribuía a pecados cometidos por ella o por sus padres o deudos. Y en no pocos casos, el abandono en su vejez. De ahí el mandamiento: Honra a tu padre y a tu madre. (Éxodo 20:12).

Así pues la poligamia no era (en aquellos tiempos), ni mucho menos algo malo en sí, y un deshonor. De hecho, Dios permitió la poligamia y nunca reprochó a ninguna persona esa situación marital. Y así se expresa en el desdichado caso de Befsabé la mujer de Urías Heteo: y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno… (2º Samuel 12:8)

Miremos al padre Abrahán, al que Dios llamaba su amigo, aun teniendo el patriarca varias concubinas, y muchos hijos con ellas. (Génesis 25:6). Jamás le reprochó que tuviera varias mujeres. La herencia del Señor son los hijos. Dice la Escritura Santa. Se tratada de procrear y no de hacer del connubio un vicio como se hace hoy.

De ahí que como dijimos anteriormente, Abrahán, y los patriarcas tuvieran varias mujeres a lo largo de su vida, y nunca les fue reprochado. Así leemos claramente: Abrahán dejó a Isaac todo cuanto tenía. A los hijos de sus concubinas les dio Abrahán regalos; pero, cuando aún vivía, los separó de su hijo Isaac enviándolos hacia las tierras de oriente. (Génesis 25,5).

Jacob fue bendecido por Dios, y guardado de su suegro Labán y de su hermano Esaú, que tenía bastantes motivos para estar disgustado con él, habiendo prometido matarle.

¿Y que había dicho Dios a Jacob, sino que se fuera a casa de su parentela, con su familia que era de muchos hijos y cuatro mujeres? ¿No lo bendijo Dios en Bet-el, en Peniel y posteriormente, aunque después convivía con cuatro mujeres de forma natural? (Génesis 32:29,30).

No estoy haciendo una apología de la poligamia, ni mucho menos, pero busco ser precavido y no fabricar dogmas, sin tener en cuenta el famoso «contexto». ¿La poligamia era buena antiguamente, y después de Jesús, ya no? ¿El Padre legisló mal, y el Hijo tuvo que contradecirle?

Que Jesús hizo nuevas todas las cosas, es un hecho que los creyentes conocemos sobradamente. Pero el apóstol Pablo no hablaba de otra ley, sino de la que formó siempre parte del acervo del pueblo de Dios. La Tanaj, (la Torá, los profetas, libros sapienciales, etc.). Cumplir la ley era hacerla tal y como Dios quería que se hiciera, y con el espíritu para lo que fue hecha.

Jesús no modificó la ley. Solo superó las ordenanzas con el mandamiento del amor, al rebasar con tan suave mandato, cualquier especificación expresada en mandamientos u ordenanzas. El amor impide a cualquiera proporcionar dolor a otro, y más si como cristianamente, se compara a la Iglesia con la esposa.

El cúmulo de problemas de la convivencia poligámica es tal, que preferimos pasar levemente sin comentario. Solo hay que imaginárselo (sobre todo en la época actual).

La ley no tiene vigor, siempre que el mandamiento del amor la supere. Si no, está tan vigente como el primer día. Dios nunca se ha equivocado. Jesucristo, su hijo, nos enseñó a saberlo.

En la antigüedad, pensemos en la humillación de una mujer vejada, dejada y desechada como fardo ya inútil, siendo el punto de crítica y burla de otras mujeres, y todo lo que lleva aparejada una situación de esa clase. No hay que hacer muchos esfuerzos de imaginación para conocer e sufrimiento de cualquier mujer en semejante situación.


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