miércoles, 28 de diciembre de 2011

LA POLIGAMIA Y LOS TIEMPOS


Si alguno engañare a una doncella que no fuere desposada,
y durmiere con ella, deberá dotarla y tomarla por mujer.
Si su padre no quisiere dársela,
él le pesará plata conforme a la dote de las vírgenes.
(Éxodo 22,16).
La poligamia, como el repudio y hasta la esclavitud, tiene en el contexto de la vida del pueblo de Dios, (Israel) unas formas y usos que difieren enormemente de las que estas mismas palabras significaban en los pueblos paganos que vivían alrededor.

No voy a extenderme en explicar las diferencias que había entre un esclavo pagano y uno judío, (siervo) ni el repudio feroz, ni las mismas leyes de la guerra o el trato con extranjeros.

Ese trabajo requeriría un profundo estudio, que mi pereza no me permite, ni hace falta ahora para debatir el tema que nos ocupará durante todas las páginas que siguen.

El abandono de la mujer, la desgracia que significaba que en la familia naciera alguna (aun hoy hay muchos países, en las que las recién nacidas del sexo femenino son enterradas sin más), dan a la condición femenina un dramatismo terrible y profundamente injusto. Antiguamente era de tal clase, que se dice en un proverbio: el que casa a su hija hace una gran obra de misericordia....

La mujer no repudiaba al marido, sino al contrario. A menos que ella fuera rica, muy influyente o extremadamente hermosa. Y vemos que la repudiada ya perdía mucho en la posibilidad de «rehacer su vida», como dicen que pueden hacer las divorciadas de hoy.

Desde siempre, el instinto genésico del varón recorre distintas etapas, y en distintos tiempos de la vida en relación con el de la mujer. Este parece ser que amaina antes que el del varón, en lo tocante a gratificación sexual, una vez que se alcanza una edad.

En estas condiciones ya se interesa más por su seguridad y la de sus hijos, así como de otras distintas aspiraciones de tipo social. Cosas también influidas, por su condición de mujer. No es excepcional que en algunas no sea así.

Véase la situación de viudez de Noemí, y su nuera Ruth, moabita. Es un ejemplo de lo mejor que podía sucederle a una mujer, que por su condición de extranjera y su destacada belleza, pudo superar el trance de una viudez.

Su prudencia es tan singular, que no se puede esperar de todas las demás mujeres sencillas, así como la nobleza y el celo (estaba enamorado de ella), de Booz quien la tomó por esposa. Pero ese caso era muy especial, y no todas las mujeres tenían las cualidades de Noemí, Ruth, o en el caso masculino, de Booz.

La lectura del brevísimo libro de Ruth, nos proporciona una conmovedora historia que refleja la situación con la mayor verosimilitud, y abre los ojos para lo que a continuación exponemos. Seguramente lo leerán pocos.

Era un completo desamparo. Estaban a merced de hombres que podían ser malas gentes, o en el venturoso caso de Noemí y Ruth, un hombre justo como Booz. La noble Ruth siguió a su suegra, y así devino la fortuna para ellas, después de tremendas carencias, desesperanzas y amarguras.

Volvemos a recordar aquellos tiempos, en que las continuas guerras entre tribus y pueblos, provocaba la muerte de muchos varones. Súmese a esto las  enfermedades y otras muchas circunstancias concurrentes, y comprobamos la necesidad o costumbre de tener varias mujeres para algunos varones, que podían mantenerlas a ellas y a sus hijos.

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