El Occidente «cristiano» tolera con toda naturalidad la fornicación, (incluyendo la prostitución), y en cambio la bigamia (por ejemplo) es perseguida y castigada duramente. La libre fornicación, se ejercita por hombres y mujeres indiscriminadamente, sin que por ello las gentes se escandalicen.
Es insólito que se tenga por socialmente normal, que se legisle invadiendo espacios matrimoniales íntimos, y en otras prácticas perjudiciales se pase como sobre ascuas sobre ellas, y en algunos casos se tienen por “beneficio público”.
No parece sino que a veces la legislación occidental, quiere meterse también en los hogares y lechos de las gentes, en una sobreprotección no deseada ni pedida. Al creyente basta asimilar el dicho de Pablo: Honroso sea en todos, el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios. (Hebreos 13,4).
Con respecto a las mujeres, hay que apuntar una aclaración. La fornicación, es entre hombre y mujer. Eso, tan simple, es causa de que se cargue la culpa generalmente a la mujer, por considerarla más pasiva y tentadora. La culpa de la mujer, en la primera trasgresión es evidente.
Es cierto que ella tomó del fruto, pero fue engañada. Digamos temeridad, debilidad y curiosidad en la mujer, pero fue Adán el que imprudentemente comió también de él, cuando era el responsable del orden en el Edén.
Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en trasgresión. (1ª Timoteo 2,14). La mujer fue engañada, pero el varón sabía lo que hacía. O debería haberlo sabido. Él es, el primer responsable. Por cuanto obedeciste la voz de tu mujer, y comiste del árbol… (Génesis 3,17). Si Dios dice una cosa y nosotros hacemos otra a sabiendas, no hay más que averiguar: es pecado.
Las gentes buscan ocasión para practicar las mismas abominaciones que exteriormente censuran. Y ya ni aun eso, ya que últimamente se complacen en hacer las mismas abominaciones de las que se jactan los incrédulos. No por debilidad momentánea de la carne, sino como práctica habitual, normalizada por la ley y aceptada por la sociedad.
Es chocante como en algunas congregaciones, toleran una convivencia en fornicación, prefiriendo esa situación, al casamiento de estos afectados. No es fácil hacer juicio de nada, y en esto ocurre igual por que el corazón de las personas, solo es penetrado por la sabiduría de Dios. Y aclaro que no soy mormón.
Algunas iglesias o congregaciones parece que prefieren una vida de concubinato (nadie se da por enterado), cuando no se ve factible que los convivientes en esa situación se casen. Y aclaro, (creo que es oportuno) que no me refiero a clérigos.
Naturalmente la fornicación, al ser una práctica contraria al gobierno de Dios, lleva en sí misma toda una carga de males, que recaen invariablemente en los que practican esta nefanda costumbre. Me refiero concretamente a la promiscuidad.
Dejo de lado la ausencia de formalismo, de los que conviven sin realizar lo que entre las gentes se llama boda, o los que de forma casual y por motivos pasionales, caen de una forma u otra en esporádicas ocasiones.
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